La introducción
del uniforme escolar en los centros públicos no es una medida anodina. Puede
herir sensibilidades, dar lugar a conflictos o abrir un debate más amplio sobre
un orden social dado. Desde un punto de vista psicológico, atañe a la
sempiterna tensión entre la necesidad de ser al mismo tiempo semejante y
diferente de los demás. Los argumentos a favor del uniforme son numerosos y
conocidos. Se imagina como un freno al marquismo, a ver los centros
escolares como una pasarela. Desde una perspectiva psicosocial, se añade que el
uniforme acabaría con la comparación entre los alumnos, se destronaría el
estilo de vestir como signo de diferencias sociales, económicas, étnicas,
religiosas, nacionales o incluso entre pandillas. Se cree también que favorece
la disciplina, y la concentración. No faltan tampoco razones de tipo económico
o de sentido práctico.
Pero vestir de
uniforme tiene tras sí una larga historia. Hay que recordar, por ejemplo, cómo
el cuello Mao se impuso a 900 millones de habitantes. El uniforme ha sido un
instrumento para establecer jerarquías y distancias entre clases o entre
castas. En suma, el uniforme trae a la memoria lo militar, la penitenciaría, la
hospitalización, el internado. Evoca la despersonalización, lo homogéneo, la
falta de iniciativa y de autonomía o la ausencia de sensibilidad estética.
Suele oponerse a modernidad, innovación y juventud.
Texto 2: Ventajas y desventajas de
la biomasa
Hay
otras fuentes de energía renovable además de la eólica y la solar. Una de las
más antiguas es la producción de energía a través de la biomasa. Cuando se
descubrió el fuego se comenzó, casi a la par, a utilizar la biomasa como fuente
de energía: un tronco de árbol se quemaba para calentar a la tribu y
asar los alimentos. A partir de ahí, se produjo una evolución:
leña, carbón de leña, cascarilla de arroz, restos de poda, desechos orgánicos
de animales… El término biomasa se refiere a toda materia orgánica
que provenga de árboles, plantas y desechos de animales que pueda ser
convertida en energía, incluyendo los desechos de la agricultura, como los
residuos de maíz, café, arroz, etc., de un aserradero (podas, ramas, aserrín,
cortezas) o de los residuos urbanos (aguas negras, basura orgánica y otros).
La
biomasa es una fuente renovable de energía porque, en realidad, se carga con el Sol. A través del proceso de fotosíntesis,
las plantas capturan su energía y convierte el dióxido de carbono (CO2) del
aire y el agua del suelo en carbohidratos y forman materia orgánica. Esta
materia orgánica es la que se quema para liberar la energía que contiene. Si la
producción de energía con biomasa se realiza al mismo nivel o menor que el que
se consume se convierte en una fuente de energía sostenible. El
aprovechamiento de la biomasa ofrece algunos beneficios ambientales. Puede
contribuir a mitigar el cambio climático y el efecto invernadero, reducir la
lluvia ácida, prevenir la erosión de los suelos y la contaminación de las
fuentes de agua, reducir la presión provocada por la basura urbana, enriquecer
el hábitat de la vida silvestre y ayudar a mantener la salud humana y
estabilidad de los ecosistemas.
Su
mayor problema, por otro lado, es su baja densidad relativa de energía,
es decir, que se requieren mayores volúmenes para producir cierta potencia
energética en comparación con, por ejemplo, los combustibles fósiles. Por
tanto, el transporte y manejo se encarecen y se reduce la producción neta de
energía. Par solucionar este problema hay que situar el proceso de conversión cerca de las fuentes de
producción de biomasa.
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