Naufragio del PSOE en 2010
Zapatero cierra el año reincidiendo en los vicios de diagnóstico y comunicación que explican el descrédito acumulado por su Gobierno en estos años de errática gestión
Día 31/12/2010
La habitual comparecencia de Rodríguez Zapatero en fin de año ha servido para comprobar que el presidente del Gobierno comenzará 2011 con una estrategia política a la defensiva y un mensaje de optimismo para consumo electoral. Según Zapatero, su Gobierno «es el que más ha mejorado las políticas sociales» y ha cumplido «el objetivo de salir de la recesión». Lo primero es una confusión conceptual interesada que Zapatero tendrá que despejar concretando qué entiende por mejorar y por política social. Lo cierto es que se ha gastado mucho, lo que no es sinónimo de mejora —ahí está el informe PISA sobre la educación en España— ni de bienestar, porque se gasta más en desempleo, cuya tasa alcanza el 20 por ciento de la población activa. Lo segundo es, simplemente, propaganda: salir o no salir de la recesión depende de una décima. Zapatero no ha dicho lo que realmente importa: cuándo crecerá España lo suficiente para crear empleo. Zapatero cierra el año reincidiendo en los vicios de diagnóstico y comunicación que explican el descrédito acumulado por su Gobierno en estos años de errática gestión de la crisis, al que se han sumado otros episodios no menos decisivos para su desgaste político. La intervención de su política económica por parte de Bruselas y los organismos internacionales demostró en mayo que el Gobierno socialista había llegado tarde a todo: a reconocer la crisis, a evaluarla correctamente y a tomar medidas adecuadas. La descomposición de su imagen internacional aceleró la desconfianza interna en la capacidad colectiva del Ejecutivo para liderar la recuperación, agravando su falta de aptitud con contradicciones insólitas protagonizadas por el propio presidente del Gobierno y varios de sus ministros, que pasaban de negar una cosa —como el recorte drástico del gasto público— a aceptarla sin solución de continuidad.
También se arruinó el proyecto territorial de Zapatero, primero con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto catalán, y luego, con la derrota socialista en las autonómicas de Cataluña. Su aventurerismo confederal se topó con la Constitución y quedó al descubierto como lo que realmente era, una revisión ilegal del modelo constitucional de 1978. La combinación de crisis económica y fracaso político explica también que en 2010 el PSOE haya empezado a plantearse el relevo de Zapatero. Los comicios autonómicos están a cinco meses vista y muchos barones socialistas saben que ya no hay votos cautivos ni en Andalucía, ni en Extremadura, y que las expectativas del PP no descansan sólo en la abstención de la izquierda, sino también en el trasvase de votos desde las filas socialistas. El problema político de Zapatero en 2011 no será tanto la crisis como la ansiedad de su propio partido.
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