Nos
encontramos ante un tipo de texto
argumentativo,
cuya autora es Rosa Montero. La tesis es que uno de los pilares en
los que se basa la violencia de género es el síndrome de
“salvadoras” que tienen algunas mujeres. Hay dos funciones del
lenguaje presentes en el texto: la apelativa o conativa (porque
pretende convencernos de dicha relación de causa-efecto) y la
expresiva o emotiva. La emisora
no
se dirige a un lector especializado sino a uno genérico; el
destinatario
sería, pues, posiblemente, el lector del periódico El
País.
Pertenece
por tanto al género
periodístico de opinión
y en concreto podría ser un artículo
de opinión porque
va firmado y apareció publicado en el periódico El
País.
De acuerdo con esta intención comunicativa persuasiva, la autora
adopta en la elaboración del texto una
estructura argumentativa de tipo deductivo, porque
se parte de la tesis o idea principal (“ese
absurdo impulso regenerador hace que nos sintamos impelidas
a salvar a toda costa a los varones”)
para aportar argumentos que la apoyan.
Desde
el punto de vista externo, podemos
dividir este artículo de opinión en cinco párrafos. Internamente,
si atendemos a su contenido, podemos dividirlo en introducción
(las dos primeras líneas y el primer párrafo) donde se parte del
ejemplo de una de las últimas víctimas de violencia de género,
Rebeca Santamalia, asesinada a manos de su defendido, que ya había
sido condenado por haber matado antes a su primera esposa; el
desarrollo
(2º,3º y 4º párrafo) está formado por la tesis de la autora,
apoyada en una serie de argumentos secundarios. El texto finaliza con
la conclusión
(las dos últimas líneas) donde la autora insta a las lectoras a
cambiar su visión, a fomentar la autoestima y a rechazar los
anticuados roles machistas.
Desde
el punto de vista lingüístico podemos observar varias de las
características típicas de los textos argumentativos:
sintaxis ordenada y lógica, predominio de conectores argumentativos
de tipo causal (porque) adversativo (pero) ejemplificativo (o sea)
condicional (si) ordenativo (en primer lugar); hay un léxico
adaptado al tipo de argumentación (asesino, acuchilló, patología,
machismo…) .
También
predominan los verbos en presente de indicativo para generalizar
(están empeñadas), hay verbos en primera persona, para marcar
su opinión
(me pregunto, me lo he vuelto a plantear). Para ese mismo fin
aparecen los adjetivos
valorativos (energúmeno,
frío, brutal, grosero, zafio) o las expresiones valorativas (una
carnicería). También hay referencias
a su vida personal
o deixis
personal
(yo misma caí alguna vez en tal demencia) y plurales
mayestáticos que sirven para generalizar
(salvémonos a nosotras mismas). Aparecen también las impersonales
con
haber
(hay excepciones) o las impersonales
con se
(se trata de un comportamiento muy extendido).
Por
último, tanto símiles (como una buena persona) como metáforas
(sueños rotos) sirven para actuar como argumentos
analógicos.
Tenemos argumentos
objetivos
cuando se comenta que el asesino de la protagonista ya había
asesinado antes a otra mujer y de
autoridad
cuando menciona al cómico francés Arthur.
Como
conclusión, podemos decir que el texto propuesto para el comentario
reúne todos los rasgos propios de un texto argumentativo, de
carácter periodístico, escrito en un lenguaje formal con algunos
rasgos cultos.
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