domingo, 8 de febrero de 2009

La historia de amor que inspiró La voz a ti debida



Katherine Withmore, americana de nacimiento, se especializó en lengua y literatura española en la Universidad de Kansas y Berkeley. En el verano de 1932 marchó a Madrid y, por los consejos de una amiga, decidió matricularse en el curso de “Generación del 98” que Pedro (Salinas) impartía. Llegó tarde a la primera sesión y la única silla vacía estaba al final, donde sólo alcanzaba al profesor si alargaba el cuello y esforzaba la vista.

Poco después, recibió una invitación para cenar junto al poeta y una amiga. Aprovechó la ocasión para disculparse, en su horrible español que le avergonzaba. Pero Pedro estuvo de lo más cortés, e incluso le animaba a hablar porque le aseguraba que su español era excelente. La conversación se trasladó a su clase sobre Miguel de Unamuno y ella le expresó su arrepentimiento por no haber podido asistir. Pedro muy amable una vez más, le ofreció sus apuntes en una nueva clase que postergaron al día siguiente. Allí se presentaron puntuales en aquel encuentro memorable, en el que pronto olvidaron al pobre Unamuno. Sólo surgían preguntas de una y otra persona. Porque ya cayó el relámpago, el rayo que no cesa, el amor que no acaba.

Así empezó todo hasta que, poco después, tuvo que regresar a Estados Unidos. Entonces, se inició una correspondencia que alcanzó, en algunos espacios temporales significativos, la epístola diaria. Ella se sumergió de lleno, en la confección de su tesis doctoral. Apenas coincidían por diversos motivos de trabajo y la evidente distancia que les separaba. Katherine le reprochaba a Pedro Salinas una costumbre que le preocupaba. Y es que el poeta gustaba de telefonearle por la noche desde su casa. Margarita, su mujer, intentó suicidarse al descubrir la relación. Afortunadamente, sobrevivió. Katherine fue consciente, en aquellos fatídicos hechos, del daño que estaba causando a segundas personas. Pedro, ciego de amor, no veía ningún motivo para separarse a pesar de lo ocurrido.

Por esta razón, Katherine quiso romper con aquella pasión que podía ocasionar males mayores. Sin embargo, el poeta siguió con aquella fuerza e infinita creencia en sus cartas. Mientras tanto, Katherine conoció un profesor de Derecho con el que se enamoró y casó. Su marido, era un hombre sabio, generoso y con experiencia en el terreno de la literatura y en cuanto Katherine le explicó lo de Pedro, lo comprendió con total caballerosidad, atendiendo a su compasión. Pero el destino volvió a ponerse en su contra y, transcurrido un año escaso, su marido murió en un accidente de tráfico.

Pasaron meses y años sin tener noticias del poeta. Al estallar la II Guerra Mundial, Katherine conocía el paradero del exilio del poeta, en Puerto Rico. Y había descubierto que la censura disfrutaba leyendo el correo particular y que publicaban jugosos fragmentos para el cotilleo. Así que el poeta no se atrevió a escribir. Y cuando todo apuntaba a que jamás se reconciliarían, ocurrió lo inesperado.

La última vez fue en la primavera de 1951. Había llegado el poeta a Northampton para dar una conferencia. Katherine le aguardaba impaciente, albergando la esperanza de poder darle explicaciones. Su voz brotaba con dificultad y creía que sus palabras quedarían ahogadas en su garganta. Finalmente, lo consiguió y le preguntó: ¿No entiendes por qué tuvo que ser así?”. Pedro Salinas le miró con tristeza y contestó tajantemente: “No, la verdad es que no. Otra mujer, en tu lugar, se habría considerado muy afortunada”. Poco tiempo después, Pedro Salinas, murió.

A pesar de todo, todavía coexisten en esta historia algunas preguntas de compleja respuesta: ¿Es ética la publicación, el comentario de los documentos privados de un escritor? Yo parto de que todos aquellos papeles que no hayan sido quemados, tiene alguna razón para su lectura, análisis, estudio o investigación, delegando a un segundo plano el chismorreo y el cotilleo. Aún así, este otro asunto pertenece a otro artículo, a otro tema que abordar e incluso a una exposición detallada en la que tengan cabida sus conclusiones.

Fuente: http://azorinperiodista.blogspot.com/2006/06/katherine-whitmore-el-amor-oculto-de.html

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